viernes, 29 de julio de 2016

El libro de la vida - Crítica Cinematográfica

Herencia y corrido mexicano

TÍTULO ORIGINAL: The Book of Life
DIRECTOR: Jorge R. Gutiérrez
GUIONISTA: Jorge R. Gutiérrez y Douglas Langdale
AÑO DE PRODUCCIÓN: 2014

 
Fotograma de El libro de la vida
Jorge R. Gutiérrez es un animador mexicano con años de experiencia en los departamentos artísticos en los grandes estudios de los EEUU, como Cartoon Network o Nickelodeon. Sobre todo se ha encargado del diseño de personajes en series de televisión. En su currículo destacan la adaptación a la pequeña pantalla del comic satírico Mad y la serie ¡Mucha Lucha!
En 2007 creó, junto a su mujer Sandra Equihua, El Tigre: Las aventuras de Manny Rivera, un serial animado dirigido al público latino norteamericano. Durante más de cincuenta capítulos Gutiérrez y Equihua contaban las vertiginosas y estrafalarias aventuras de un superhéroe de trece años. El niño de origen mexicano tenía que lidiar diariamente con un abuelo villano y un padre héroe.

Fue un gran éxito.

Por eso no es de extrañar que cuando el tándem artístico le presentó el proyecto del largometraje El árbol de la vida a su compatriota Guillermo del Toro, no dudara en producirlo. —“Mis hijas aman vuestro programa El Tigre, ¿cómo puedo negarme?”­— les confesó el director de El Laberinto del Fauno.
 
Fotograma de El libro de la vida
El tema de la película, partiendo de una historia totalmente diferente, tiene puntos en común con la serie de animación. En ambas se trata, de uno u otro modo, sobre el legado de la familia, sobre la herencia moral recibida y sobre la conveniencia de seguir o no la vocación del padre o la propia.

En El libro de la vida, Manolo se debate entre ser torero, igual que había sido su padre y el padre de su padre, o lo que siempre ha deseado: dedicarse a la música. En el medio hay una historia de folletín propia de Corín Tellado donde Manolo y su mejor amigo Joaquín luchan por el amor de la misma mujer, María.

Lo que más destaca de la película es el barroco diseño tan arraigado en la cultura mexicana. Gutiérrez toma prestadas la iconografía y la mitología del archiconocido Día de los Muertos y lo universaliza. Los transforma en pop. Las guitarras, los sombreros, las calaveras de colores, las velas por todos lados, el culto a los muertos. Es un diseño en 3D arriesgado pero que acierta al escapar del canon impuesto por Pixar.

La narración, igual que en El Tigre, es apresurada. No paran de suceder cosas una tras otra, un gag  a continuación del otro. También se intercalan numerosos momentos musicales, donde el ganador del Oscar Gustavo Santaolalla adapta a la ranchera mexicana, con gran acierto y gracia, temas de One Direction o Radiohead. A veces el espectador se puede sentir perdido o apabullado por tanta información, o tantos giros en la trama. Gutiérrez lo soluciona abusando, a mi entender, de un recurso facilón: la voz en off. 

Aun así, la película es entretenida, muy original y que huye de los mensajes paternalistas del cine norteamericano. Muy recomendable.